Nunca me he planteado votar a Podemos. Me parecen una copia de Izquierda Unida, pero con la cúpula más endogámica y sin experiencia de gestión. Eso no quita que me guste que existan.
Como fenómeno mediático, han centrado la atención en la extrema corrupción de una parte de la clase política española. Antes de que llegase Pablo Iglesias era imposible pensar que un alto cargo acabase entre rejas.
El caso Errejón hizo que se hablase de la endogamia de la universidad española como nunca antes.
La insistencia de los medios en diseccionar las medidas propuestas por el nuevo partido ha derivado en que el español medio ponga un interés en la gestión de nuestro país quizá nunca visto desde la Transición. En unos meses, hemos pasado de cambiar el voto del PP al PSOE en función de quién nos cabrease menos a reconocer las caras y las ideas de los líderes de IU, UPyD, Ciudadanos, Ganemos e incluso EQUO.
Ahora hasta prestamos atención a la situación de Latinoamérica.
Sé que parte de la razón de todo lo anterior es el miedo de un sector importante a que España vaya a peor si Podemos gana, pero eso no me preocupa. Es imposible que un individuo que sale todas las semanas en La Sexta y todos los días en El País no acabe asqueando. En otro partido, el caso Monedero, la persistente ambigüedad ideológica o la evasión de responsabilidades en Europa y los municipios causaría una erosión más o menos lenta, pero en uno que depende de su constante exposición en los medios, detalles menores se vuelven mortales. Por eso, para mi, la pandilla de Pablo Iglesias forma más un Reality Show que otra cosa.
Como entretenimiento, el fenómeno Podemos es estupendo. Los protagonistas tienen todos personalidades muy marcadas: Errejón el empollón, Iglesias el megalómano, Monedero el excéntrico bolivariano que pone el puntito de comedia y Tania Sánchez, la mujer de carácter fuerte que enamora al “prota”. Gracias a la prensa, sus chascarrillos tienen más ángulos que “La insoportable levedad del ser”. Si alguna vez has disfrutado secretamente de un culebrón o una película de media tarde, esto es lo mismo, pero en El País y el ABC. Sin culpabilidad, porque ni siquiera lo ponen en la sección de Sociedad.
Personalmente, admito tomar el café de media mañana buscando el capítulo del día en la portada digital de El País. Nunca falla. Ayer por la noche me pasé un rato componiendo las imágenes anteriores. Me lo pasé estupendo, pero fue mejor aún cuando me di cuenta de que, gracias a Vanity Fair, la realidad había superado mis ficciones:
¿Pero qué es esto? ¿¿Quién va a una cafetería con guantes de boxeo?? |